MANOS Y CORAZÓN

Pbro. Dr. José Manuel Fernández 

Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que estaba muy ocu­pada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude» Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada»  (Lc 10,38-42).

Esta familia amiga de Jesús es mencionada con frecuencia en el evangelio de Lucas (Lc 10,38-41), y de Juan (Jn 11,1-39; 12,2). Betania era un pequeño poblado cerca de Jerusalén.  Jesús es peregrino y ama visitar las casas de la gente: la de Pedro (Mt 8,14), de Mateo (Mt 9,10), de Jairo (Mt 9,23), de Simón el fariseo (Lc 7,36), de Simón el leproso (Mc 14,3), de Zaqueo (Lc 19,5).  El oficial reconoce: “No soy digno de que entres en mi casa” (Mt 8,8). En el mandato a los discípulos, la misión era la de entrar en las casas de la gente y llevar paz (Mt 10,12-14; Mc 6,10; Lc 10,1-9).  Las dos actitudes de Marta y María son  valiosas: estar atentos a la Palabra de Dios y a las necesidades de las personas. No es exacto contraponer a Marta y a María como acción y contemplación.  Lucas quiere purificar la acción en la contemplación.  De ninguna manera desea mostrar como modelo supremo de vida a la vida recluida en un claustro, contrapuesta a la cristiana que vive en el mundo. Más bien, Lucas en esto bien feminista, muestra en María de Betania, cómo Cristo ha abierto a la mujer la posibilidad de convertirse en discípula. En efecto, sentarse a los pies de alguien para escucharlo era la actitud propia del alumno, del que escuchaba las lecciones de un maestro, de un rabino. Y esto, en el judaísmo de los tiempos de Cristo, estaba estrictamente prohibido a la mujer. Los rabinos no debían transmitir su enseñanza a las mujeres: solo los varones podían entender y expandir la enseñanza de la Ley. Cristo rompe con esto e iguala a la mujer con el varón. Marta está agitada. El verbo griego “perispomai”, es un vocablo de no mucho uso que significa “estar en tensión por todas partes, absorbido, inquieto,  distraído”. Marta está tan preocupada en sus quehaceres, que le impiden vivir lo esencial del instante, del presente. A todos nosotros nos advierte hoy: cuidado. ¿Por qué corres tanto?  Demasiada carrera.  Primero están las personas y después las cosas.  Aprende de María, nos dice Jesús, para descubrir y distinguir entre lo superfluo y lo necesario, entre lo ilusorio y lo permanente, entre lo efímero y lo eterno. La idea central de lo esencial (“la mejor parte”) que María elige, se enfatiza en la forma en que Jesús se refiere a las actividades de las hermanas.  Marta está absorbida en muchas cosas (griego “pollen”), mientras que María se concentra en una cosa (griego “henos”: una sola cosa). María eligió la mejor parte: (griego “agathen merida”, buena parte). 

Esa parte mejor que María ha escogido es sentarse a los pies de Jesús y escuchar: ser su discípula. Ya habrá tiempo suficiente para la acción. La ansiedad hace que nos alejemos de nosotros mismos.  La ansiedad y el estrés no son patrimonio exclusivo de atareados ejecutivos.  Hasta el ocio se ve frecuentemente sometido a su influencia. No es raro ver personas agobiadas porque llegan tarde a una cena o al cine.  El camino hacia la calma del corazón es de suma actualidad, ya que la inquietud se ha convertido en una enfermedad de la época. Hay que aprender a conjugar el binomio que recoge la actitud del verdadero discípulo cristiano: contemplativo en la acción y activo en la contemplación.  Dicho de otra manera, que todo cuanto podamos hacer responda a esa Palabra que previamente e incesantemente escuchamos, y al mismo tiempo, que toda verdadera escucha del Señor nos lance no a un egoísmo piadoso sino a un trabajo y a una misión que edifiquen el proyecto de Dios.  Hay que pasar de un Dios experimentado como afán (Marta) a un Dios vivido con estupor (María). Aprender a pasar de un Dios sentido como “deber”, a un Dios vivido como “nostalgia” y “deseo”.

Lo que Jesús reprocha a Marta no es su actividad, sino que realice su trabajo sin paz, con agobio y murmuración, hasta el nerviosismo que llega a hacer olvidar la única cosa necesaria, en el afán de  tantas otras cosas que no lo son.  Por tanto, Jesús no está alabando la holgazanería, sino la primacía absoluta de la dimensión contemplativa en el espacio de la cotidianeidad. La invitación es a ser contemplativos en la acción y activos en la contemplación.  Más que protestar como Marta, aprender a contemplar para admirar como María.

 

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